lunes, 22 de septiembre de 2014

Ford Crown Victoria 1956 Hot Wheels Showcase






Desde el 49 Ford venía haciendo cambios en el diseño de sus autos, cambios que la guerra durante los 40’s no había permitido. En el 52 aparece el primer Victoria como parte de la línea Crestline. Entre el 52 y el 54 se llamó Crestline Victoria y entre el 55 y el 56 se llamó Crown Victoria. La versión con el techo en acrílico se llamó Ford Fairlane Crown Victoria Skyliner. 



Este modelo de Hot Wheels, salió al mercado en 2004. Hay otra versión amarillo con negro del mismo año, los dos de la serie Showcase Hot Wheels (Custom Cruiser Series). Este es de sus modelos que me gusta mirar y mirar y no me canso. HW se esmeró como sólo sabe hacerlo en sus modelos de lujo, no tanto en los que se consiguen por docenas en los almacenes de cadena, en esos es más bien descuidado… y aprovechado con los coleccionistas, podría hacer modelos de mejor calidad, pero eso es otro cuento.




La estantería en la que tengo mi incipiente colección es en realidad mitad biblioteca y mitad repisa, antes estaba llena de libros, pero los autitos terminaron desplazando a los libros (no a las lecturas). ¿Por qué? La reflexión sería larga, pero trataré de condensar la cuestión. En un texto titulado “Cómo deshacerse de 500 libros”, Augusto Moterroso dice que un lector se echa a perder como lector en el momento en que alguien llega a su casa y le dice “¡guau, qué bonita biblioteca!”. En ese momento comienza a comprar libros, más que por ser lector, porque empieza a convertirse en coleccionista de libros. Con el tiempo, su saldo en rojo con las lecturas de su biblioteca se va ampliando.




Soy  testigo y padecedor de dicho mal. No digo que haya llegado a tener una gran biblioteca, pero hubo un tiempo en que compraba (o robaba, pero eso también es otra historia, ¡qué placer leerse un libro robado de una librería usurera!) un libro semanal, a veces más, pero muchos no los leía, sólo me gustaba observarlos en la biblioteca. Monterroso me mostró que yo era un coleccionista de libros. Si se trataba de coleccionar algo, no quería que fueran libros. Si he de cargar con este lastre (mentira, es una delicia) prefería coleccionar autitos, al fin y al cabo es casi una tradición familiar, jeje. Los libros que sabía que no iba a volver a leer, los regalé o los vendí y compré autitos.



A veces, cuando me paro en frente de la estantería-biblioteca de los autitos, no puedo dejar de pensar en qué hace a un coleccionista el ser coleccionista. Del coleccionista al acumulador hay un paso. Del coleccionista al fetichista hay un paso. Paul Valery (citado por William Ospina en “Nuestra extraña época”), dice que el grado de civilización de una cultura se puede, digamos, “medir” en la medida en que los valores de dicha cultura dan, justamente, valor a los bienes materiales o a los bienes abstractos. La sociedad civilizada le dará valor a los abstractos. Esta premisa tal vez ayude a mantener el equilibrio para no caer en el fetichismo ni en la acumulación descontrolada.  



Este bello auto venía en un empaque tan innecesario que me dio hasta cierta vergüenza haberlo comprado (espero que le den algo al reciclador que lo recogió). No suelo guardar esas cosas, me gusta sentir el modelo, palparlo, pulsarlo, olerlo, tocarlo, jugar con él… lo siento triste en el empaque (si, sé que “blíster suena más sofisticado, pero qué le hacemos “I’m an old aschool guy”). Eso me devuelve a la pregunta de más arriba ¿que hace a un coleccionista ser eso? 



Cuando empecé mi colección, a comienzos de este año, traje conmigo algunos modelos de la colección de mi hermano que había comprado yo. Generalmente compraba los que sabía que él no iba a comprar y que yo quería ver en esa colección. Cuando tuve de nuevo esos modelos en mis manos, me dí cuenta que muchos en realidad no me gustaban al ojo, o al tacto y que los tenía sólo por ser "clásicos" de esta marca o aquella. Finalmente tomé la decisión de cambiarlos o venderlos en las pulgas y comprar otros que me gustaran. Como este Victoria. 



Entonces me doy cuenta que en la naturaleza de mi colección está el desapego, lo que en parte me tranquiliza, pero que también me hace cuestionar la legitimidad de mi colección. Finalmente,  la única conclusión a la que llego es que cada colección es tan íntima, tan única como el coleccionista mismo y que no hay regla, que la validez de una colección tal vez la dé la relación del coleccionista con sus tesoros preciados.


Este modelo lo compré en un lugar de Bogotá que conocí hace poco. A los señores de Atlántida les agradezco los buenos modelos (que sin duda pasarán por aquí) y gracias también por la atención y las charlas. A los lectores, sólo puedo decirles que ojalá haya disfrutado de este modelo tanto como yo.  

lunes, 15 de septiembre de 2014

Jaguar XJ-SC Majorette DeLuxe


“Me senté en el suelo, abrí el bolso para ver si la sandía estaba buena todavía y comí el último pedazo. Había cenado algo caliente por primera vez en muchos días y me dije que mañana encontraría otra cosa. Después prendí un cigarrillo pero me dí cuenta de que era el único que fumaba y lo apagué para no despertar envidia…”






“… Era noche de luna llena y los rieles se veían bien. Fui hasta el fondo del andén, bajé unos escalones y salté sobre los durmientes. La pierna me respondía así que volví a encender el cigarrillo y empecé a salir de Colonia Vela…”




“… En el primer paso a nivel que divisé había un auto parado con las luces de posición encendidas y apuré el paso para pedirme que me llevara. A medida que me acercaba escuché una conversación en la que un hombre de cierta edad se negaba a despedirse de una mujer más joven que tenía compromiso con otro. A la luz de la cabina alcancé a vislumbrar el cabello gris del hombre y para no molestarlos me quedé escondido en el terraplén…”




“…Ella le rogaba que no volviera pero él insistía en verla aunque más no fuera en la misa, de lejos. Se conformaba con una sonrisa y un gesto lejas. Le oí decir eso y temí por él. Iba a alejarme pero tenía necesidad de compañía y me quedé agachado atrás del matorral. Cada una de las cosas que decían eran sacadas de una telenovela pero a mí me sonaban ciertas porque iban acompañadas de gestos y dolores irrepetibles…”


“…Ella tardó una eternidad en decir “no” y un cigarrillo recién prendido voló a través de la ventanilla. El hombre seguía rogándole pero la puerta se abrió del todo y unos tacos muy altos se hundieron en el polvo. Me dije que nunca más iba a poder ponerse esos zapatos (…) No quería que la siguiera y él no la siguió…”


“…Tal vez hacían lo mismo todas las noches o quizá fuera de verdad el último adiós. El tipo se quedó agarrado al volante, inmóvil, como hipnotizado. Bajé el camino y recogí el cigarrillo que estaba en el suelo, consumido hasta la mitad. Volví a mirarlo, tenía la cara lisa, insípida, de esas que se olvidan enseguida (…) Al fin escuché un ruido y me pareció que se estaba sirviendo una copa…”


“…Levanté el bolso y crucé al otro lado del camino para que tuviera tiempo de verme llegar. En ese momento advertí que el coche era un jaguar flamante y tenía una goma pinchada. De golpe sentí la curiosidad de saber si la fea suerte de ese tipo podría de alguna manera cambiar la mía.”



El autor es Osvaldo Soriano. El de la fea suerte es Lem, un personaje inolvidable a pesar de su cara lisa. La novela lleva título de letra de tango, “Una sombra ya pronto serás” (la primera que tuve de Soriano) y una tarde del año 2000 o algo así, Omarama, Eyezid y yo, vistiendo camisetas de fútbol, le asegurábamos a la clase de Literatura Latinoamericana que Soriano era un autor increíble y que el Jaguar de Lem era este Majorette DeLuxe que está ante sus ojos. Porque en Soriano nunca pasa un auto por la carretera, pasa un Ford Sierra o un Renault Gordini o un Citroen, nunca un simple auto. 


No sé qué tan convencidos hayan quedado, pero cada vez que veo este auto en mi repisa no puedo dejar de pensar en ese personaje que quería estafar al casino con la ayuda de un vagabundo genio en las matemáticas. También viene a mi cabeza esa tarde en que la clase conoció al gran Soriano… siempre he dicho que cada modelo de la colección es un recuerdo de nuestras vidas…bueno, pues ese es el recuerdo que acompaña a este Jaguar…

lunes, 8 de septiembre de 2014

General Lee Johnny Lightning


Las mañanas de domingo en mi niñez tenían sentido gracias al General Lee; me levantaba con la ilusión de ver un capítulo, aunque fuera repetido, de los Duckes de Hazzard (en España los llamaban “El comisario chiflado”). Los saltos imposibles del General, las persecuciones, la tierra que salía debajo de las llantas del auto, los protagonistas entrando por las ventanas, las competencias, la prima sexy, todo era genial en la serie. 




La serie tiene su origen en una película del mismo productor titulada “Moonrunners”, de 1975. La película contaba básicamente la misma historia que la serie: una familia de contrabandistas de alcohol en el sur de EU que tenían aventuras alocadas. A los productores les pareció que la idea podía funcionar para una serie de televisión y decidieron hacer los Duckes con presupuesto de la Warner. Inicialmente mucha gente no creía mucho en el proyecto, pero con el tiempo se convirtió en un fenómeno. Entre el 79 y el 85 los primos Ducke repartieron el whisky ilegal que fabricaba el tío Jesee, ayudaron a los desprotegidos (especialmente chicas guapas) y burlaron al comisionado Buss Hug y al comisario Rosco P. Coltrane.




Cuando era niño pensaba que el General era un modelo del Ford Mustang, mi auto favorito de siempre. Mucho más tarde me enteré de que era un Dodge Charger ’79.  Ben Jones, quien interpretaba a Cooter, el eterno mecánico de los Duckes, afirma que durante la serie se usaron 256 autos como el General Lee, otras fuentes dicen que fueron más de 300. No todos los autos eran modelo 69, también hubo ’68 y 70’ que fueron modificados. Después de los saltos largos, los autos debían ser retirados para ser reparados; incluso en las escenas se ven los daños que sufrían al aterrizar. Los conductores que piloteaban los autos decían que los vuelos eran fenomenales, pero que los aterrizajes eran espantosos. 




Este modelo de Johnny Lightning no pertenece a la serie sino a la película “The Begunning”, de la cual sólo soporté como 10 minutos. Lo que lo diferencia del auto de la serie son las letras marcadas en las llantas. Las llantas del auto de la serie eran tipo “balón” y no tenían las letras pintadas, aunque también era BF Goodrich Radial T/A. Por otro lado, los rines del auto de la serie no eran cromados. Como los modelos que más me gustan de JL, este es un muy buen molde, pero tiene un detalle: las puertas no tienen las dos bellas hendiduras tan características del Charger. El mejor modelo de Dodge Charger que he visto en escala 1/64 es el de Greenlight, ese no escatima detalle y una versión del General en este molde sería increíble. JL tuvo varios modelos del General: el de la serie, el de la otra película, uno con salpicones de barro y tierra e incluso el Genral cuando era negro, en el primer capítulo. Con el fin de JL, los modelos de series han adquirido especial valor en internet.




Un par de datos curiosos: 1. La bocina del General toca las doce primeras notas de las famosa canción Dixie, de ese ritmo al que llamaron Dixie Land y que tuvo gran influencia en el nacimiento del jazz. 2. Los primeros tres autos usados en la serie fueron bautizados Lee 1, Lee 2 y Lee 3; el Lee 1 fue durante años propiedad de John Schneider, quien hacía el papel de Bo Ducke. 3. En el 2012 el Lee 1 la logra la absurda suma de 110 millones de dólares en una subasta de Barrett-Jackson (para ver las fotos clic aquí). Es uno de los autos que ha logrado mayor valor en un evento de este tipo. El General ha dado para tanto, que incluso el gran Johnny Cash le compuso una canción.







El número de fotos es directamente proporcional al gusto por el auto... Para finalizar, un par de videos: un documental sobre la serie, la canción de Johnny Cash (que tiene muy buenas imágenes del General y sus saltos) y un comercial reciente donde aparecen los primos Ducke en el General.